martes, enero 27, 2009

Estado de ánimo, ¿Optimista? ¿Pesimista? Eso lo decide usted.

Hoy las presentaciones son varias pero prefiero dejarlos con la incógnita y luego volver: http://www.gacetadejagua.cu/alfonso/, que cuenta cosas como estas que me gustan de verdad: ¿Optimista? ¿Pesimista? Eso lo decide usted. Tantas veces como me encuentro con las personas, lo mismo en la calle, el trabajo, un comercio, cualquier actividad social y hasta la propia casa, tarde o temprano aparecen los temas optimistas o pesimistas. Me parece que todos, sin excepción, hemos pertenecido a ambos bandos; unos por más y otros por menos tiempo. De la prolongación temporal en uno u otro bando, es que se puede dilucidar si se pertenece, definitivamente, al bando de los optimistas o al de los pesimistas. Está bien reflexionar sobre esto y, decir sin tapujos, que la definición al respecto puede proveer información de muchos aspectos relacionados con nuestra personalidad. Hay a quienes las circunstancias les han jugado más de una mala pasada; a otras les ha ido siempre – o casi siempre – de maravillas. Es de imaginar que los del primer grupo sean gente decididamente pesimistas; los otros, en cambio, serían los optimistas. Curiosamente no siempre es así. Son numerosos los casos de individuos que han atravesado los mil y un infortunios y, maravillosamente, son del grupo de los más felices y realizados. En el otro grupo sucede lo contrario; personas nacidas con todas las comodidades habidas y por haber, mimos, complacencias y, como se dice, “nacidos de pie”, atraviesan este bosque de la existencia bajo un permanente lamento, clásicamente insatisfechos. ¿No es de preguntarse por qué? En primer lugar, partamos de que la felicidad, que es fruto del optimismo, es un estado natural. El pesimismo, las tristezas, la desesperanza y la insatisfacción salimos a buscarlos; mejor dicho: son invenciones de nuestra mente. Como estado mental, el pesimismo o el optimismo que pueden inundarnos son, en última instancia, imágenes de la realidad creadas por nosotros, pero no la realidad misma. Debido a nuestra educación familiar, la formación de valores, los prejuicios, el “qué es bueno” o “qué es malo”, más la manera como los demás se relacionan con nosotros, se va creando en nuestra psique una especie de “programa mental”, un condicionamiento. Son los filtros a través de los cuales percibimos la realidad que nos circunda y, en última instancia, nos llevan al consciente la idea de “eso no está bien” o “aquello si es correcto”. Vivimos y morimos, muchas veces, en la falsa creencia de que pensamos y actuamos libremente, pero lo único que hacemos es funcionar como un “software humano”. No somos nosotros, sino nuestros condicionamientos, los que deciden nuestra aprobación o desaprobación de cada realidad, la conducta ajena y la propia. leer más

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